martes, 29 de marzo de 2011

La Canasta del Diablo: Cooperación Final

María Elena, a sus 40 años de edad no había cambiado demasiado en su apariencia física, vulgar como era, siempre había creído gozar de cierta astucia para saquear los bolsillos de las personas que se encontraban a su alrededor. So pretexto de cumpleaños, posadas y otras situaciones de esa índole.

Ahora en su nuevo trabajo, esto no era la excepción, por cada cooperación que ella pedía, siempre lograba quedarse con una buena tajada de la misma, y aparentemente nadie discutía sobre las cuentas.

El día 31 octubre, Susanita, que era su compañera en el área administrativa vio llegar la muerte de su señora madre, por lo que María Elena, aprovecho la oportunidad de obtener una cantidad pidiendo una "ayuda" económica para la infortunada, a sabiendas de lo que podía obtener, después de comprar un arreglo de flores más o menos vistoso, se presentó al velorio y le entregó una cantidad Susanita "en nombre de los compañeros" quedándose casi con el 50% de lo que realmente era.

Después de irse a cenar con la "ganancia" guardó el resto en su bolso y se dirigió a su casa.

Llovía a cántaros, pero por fin después de pagar un taxi llegó al lugar que le habían heredado sus padres, una casa que si bien era de material, era más bien de apariencia humilde, cosa que siempre había frustrado su existencia.

Prendió el viejo televisor sin realmente tener la intención de observar algún programa en particular, abrió el refrigerador y saco una lata de cerveza, mientras el sonido característico de la misma al destaparla se dejó oír en la casa, se sentó en una mecedora.

Al ir sorbiendo el líquido, comenzó a recordar cómo era la mamá de Susanita, una señora de complexión tan delgada que la hacia parecer un cadáver aun antes de que cayera enferma por la cirrosis producida por comer picante en exceso, pensando en voz alta, dijo: - ¡es una lástima! Pero qué diablos... la vieja me dejo unos buenos billetes.

Acariciando el bolso donde tenía el dinero, pensó en comprarse esas zapatillas que tanto le habían gustado la semana pasada, pero que se le habían hecho inalcanzables por el alto costo.

Después de terminar la cerveza, lanzó un eructo al aire al tiempo que arrojaba la lata al cesto de la basura, que por el exceso estaba lleno de cucarachas.

Comenzó a prestar un poco de atención al programa de televisión, el cual era "cómico" a base de la misma rutina del pastelazo y el albur, pero unos rasquidos en la puerta del frente la sacaron de su letargo.

Pensó que tal vez algún animal intentaba meterse a la casa, tomó la escoba de la parte trasera de la estufa y corrió a abrir... mas no había nada. Le pareció escuchar unas risillas al fondo del patio, pero creyó que el efecto de la cerveza.

Al cerrar la puerta y voltear hacia atrás deseo no haberlo hecho, dos figuras enanas cubiertas de pelo duro como los de un jabalí, ojillos amarillos y dientes podridos con aliento fétido le miraban fijamente, uno de ellos le dijo: - dame el dinero de mama.

Cuando reaccionó, pretendió ser agresiva y aventó un escobazo hacia las dos figurillas, las cuales esquivaron el ataque con una rapidez sorprendente, respondiendo con mordidas a la pantorrilla de María Elena, la cual se sacudió por la violencia con que éstas eran aplicadas, a la par del miedo.

De repente los entes corrieron hacia la cocina dejando tirada en un charco de sangre a la defraudadora la cual no podía pedir auxilio debido a que el pánico le impedía gritar.

Cuando busco a donde se habían dirigido sus atacantes, vio que éstos guiaban a una silueta hacia donde estaba, al llegar a la luz reconoció a la mama de Susanita, aunque si bien parecía estar igual, llevaba una marca en la frente hecha con un hierro candente que decía "infierno" volteando con desprecio hacia María Elena, habló con voz aguardientosa: - ¿dónde está? Sin seguir poder hablar la ladrona señaló con el dedo hacia el bolso.

La anciana tomó el dinero y lo entregó a uno de los enanos del cual salió con rumbo desconocido. El otro ser corrió abrir las llaves de la estufa dejando circular libremente el gas a la vez que abría la puerta del horno. El aire comenzó enrarecerse alrededor y el combustible comenzó a asfixiar a la tramposa de las cooperaciones, haciéndola toser con fuerza provocándole un vómito que se le atoró la tráquea debido a los espasmos, por lo que perdió la vida casi al instante.

Amanecía cuando Susanita, hallo un fajo de billetes en la mesa de centro de su casa y recibio una llamada telefónica donde le informaban la muerte de María Elena, esa noche había soñado que su madre le decía: "te cuidaré por toda la eternidad"

Tomado del libro "La Canasta del Diablo" Copyright Hector Colon

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