El músico alemán Klaus Rafenstaal, virtuoso del violín acababa de llegar hacia un día a la ciudad de Guanajuato, para participar en la versión anual del festival Cervantino que reúne a intérpretes de todo el mundo en las diversas expresiones del arte en la antigua ciudad colonial.
Klaus, estaba maravillado por la belleza de la ciudad, de la cual recorrió los callejones estrechos que tanta fama le han dado; además de los numerosos y diversos túneles que le atravesaban las entrañas, uno de los cuales era el que debía recorrer en su trayecto de regreso al hotel ya muy entrada la noche (medianoche para ser exactos) y aunque se le había recomendado no circular con objetos de valor encima; él iba cargando su violín, un auténtico Stradivarius, el cual no dejaba sólo (ni cuando acudía al baño) ya que decía; era un compañero que necesitaba y daba protección además de alegría.
La humedad propia de los túneles empezó a inundar el olfato del violinista, el cual vislumbraba un leve rayo de luz que indicaba que la salida estaba al doblar una curva situada a un buen trecho del camino, casi sin circulación de automóviles o peatones el sonido del silencio era omnipresente en la atmósfera; así pues que casi para llegar a la mitad del trayecto un apagón hizo que las luces interiores dejarán de brindar esa visibilidad tan necesaria en lugares como ese.
Rafenstaal, maldijo el momento en que se le ocurrió cruzar la vía, pero decidido a no dejarse llevar por el pánico, siguió adelante en lugar de retroceder, adaptándose sus ojos a la nueva perspectiva visual.
En ese instante comenzó a escuchar pasos a su espalda, y murmullos que parecían lamentos de ultratumba, acelerando el paso, comenzó a sudar copiosamente apretando con más fuerza el violín que llevaba el estuche fino.
En el instante en que desvió la mirada hacia atrás por sólo unos segundos, chocó contra algo que le arrojó al suelo, aturdido por el impacto volvió la vista hacia arriba y lo que vio le horrorizó, una momia, de las que había oído hablar y, habían un museo en la ciudad y estaba frente a él y no sólo estaba esa había una de un anciano, otro al niño de escasos meses de edad, una dama, e... infinidad más; Klaus, casi sintió desmayarse pero el hecho de tener que descuidar por un momento su violín lo hizo resistir, incorporándose poco a poco Rafenstaal, vio que no había posibilidad alguna de escapar, ya que estaba rodeado por ambos flancos y por lo visto no se veía alma humana que estuviera cerca para pedir ayuda.
Fueron quizás unos cuantos segundos pero una eternidad para el intérprete que loco por el terror no sabía qué hacer, desesperado gritó en su mejor español:
-¡¿Qué quieren?!
La que parecía el jefe respondió:
- Señor Rafenstaal,cada año nuestra bella ciudad se ve inundada por turistas nacionales y extranjeros, muchos de ellos van al museo a mirarnos sin importarles el dolor que expresan nuestras almas y cuerpos por no dejársenos reposar en paz, desgraciadamente hemos de reconocer que los ingresos que perciben nuestros descendientes por la exhibición de lo que fue nuestra apariencia terrenal hace un poco más pasadero el sufrimiento, pero aún así está presente y por las noches salimos de nuestras vitrinas a deambular por los túneles de la ciudad, en busca de consuelo; querido extranjero ahora tendrás que retribuirnos un poco de las muchas satisfacciones que te da nuestra patria.
-¿como?
Tocaras para nosotros una sola pieza, la que mejor ejecutes y te dejaremos ir.
Aún apesadumbrado por el hecho Rafenstaal, sacó el violín de su estuche; comenzó a afinar las cuerdas y colocando el mismo en la posición correcta arremetió con "Rapsodia sobre un tema de Paganini" aunque un poco por el nervio fallo en las primeras notas, pero la belleza de la pieza hizo que se fuera retirando la tensión poco a poco.
Al momento de ejecución vio cómo las momias realizaban una danza espectral dentro del túnel, primero cada una por su lado y, al final todas juntas formando varios círculos en una figura que no dejaba de ser hermosa pese a todo.
Ya más inspirado por la escena que era provocada por las notas extraídas de Stradivarius,Klaus; lloró junto con las momias que parecían descargar esas frustraciones en ese baile de la eternidad, así cuando las notas alcanzaron su momento cumbre rumbo al final de la melodía, cerrando sus ojos, el violinista concluyó en un clímax inmortal como la composición que tocaba.
Todavía estuvo unos segundos con los ojjos cerrados, y al abrirlos descubrió que la luz había vuelto el túnel.
Despejando las lágrimas que aún escurrían en sus mejillas, Klaus; guardó su violín y procedió a retirarse lo más pronto posible del lugar.
El virtuoso nunca contó a nadie del hecho, y tomó una decisión...
Desde entonces y hasta su muerte acudió al túnel a ejecutar diversas obras clásicas, y aún hay personas que dicen escuchar un violín solitario y triste en los túneles de Guanajuato.
miércoles, 1 de junio de 2011
La canasta del diablo: El túnel
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