Los grandes emporios farmacéuticos han concentrado todo su poderío al descubrimiento de las curas para los males que más margen económico dejan por su fatalidad en el ser humano.
Es así que se han descuidado rubros como las gripes y enfermedades estomacales, los cuales han dejado más vulnerables al ser humano ya que la evolución de los entes bacteriológicos que los ocasionan los han hecho más resistentes a los medicamentos ya conocidos, como prueba tenemos la reciente epidemia de influenza que aunque llevo a la tumba a un porcentaje reducido de la población mundial, si puso los focos rojos en la necesidad de voltear hacia aquellos malestares que ya se creían controlados del todo.
Es así, que como parte de los experimentos llevados a cabo con seres humanos en los países más pobres del orbe (especialmente en el continente africano) bajo un esquema de legitimidad basado en “terrenos racionales” (Weber, 1947) los todopoderosos señores de las farmacéuticas, lucran con el pesar humano a cambio de prebendas que representan en muy poco las millonarias ganancias de las cuales se harán acreedores una vez que la cura a determinada enfermedad pruebe su efectividad.
Tenemos entonces que los empleados de estas empresas están sometidos a una autoridad que no está representada por individuo alguno, sino por una serie de reglas establecidas más arriba, que van encaminadas a una estupenda remuneración una vez que las nuevas vacunas o curas sean lanzadas a un mercado ávido de salud.
En su relación con los gobiernos de los países del llamado tercer mundo los dueños de las farmacéuticas deben encontrar las maneras diversas en las que las diferentes culturas y sus gobiernos se manejan, para así, poder llevar a cabo sus propósitos en cuanto a investigación y mercadeo de medicamentos.
Entonces, comienza el eterno dilema de enfrentarse a una conducta con liderazgo o coerción (Kotter, 1990) (aunque muchas veces se cae en esto último) usando, ya sea los elementos que las deudas de los países pobres tienen con los ricos, obligándoles a permitir experimentos en sus conciudadanos a cambio de perdones crediticios por citar algún ejemplo.
En otras ocasiones se crea una imagen mesiánica de este tipo de empresas al llegar como ángeles salvadores de los pueblos aquejados por enfermedades, creadas más, por malas políticas sanitarias que por la situación económica misma, ya que se traza el camino hacia la sanación y no la prevención de la población más necesitada.
Así pues, se comienza a crear una visión donde el pueblo será rescatado de las garras de los desgastes en salud por las farmacéuticas, donde los que no tienen que perder, permiten que se experimente en sus cuerpos y en los de sus seres queridos.
Se les hace ver que la idea es que los que les sucedan, no padezcan lo que ellos vivieron y se organizan los líderes populares con sus respectivos gobiernos para motivar e inspirar a las masas en su colaboración con las grandes empresas farmacéuticas.
Aunque, si es que lo hay, el único beneficio para los desamparados, será la salud y para los consorcios, millones por la patente de la formula medicinal.
Mucho se ha dicho y estudiado sobre la diferencia en el liderazgo del hombre y la mujer, aunque diversos estudios han demostrado que ambos tienen la misma efectividad, motivación, subordinación y compromiso (Platz, 1986) y en medicina no es la excepción.
En su inicio la historia de la mujer en la Medicina está rodeada de misterio, hay escasa información, ya que muchas veces sus actividades contaron con la desaprobación y antagonismo de la gente. Hubo mujeres que practicaron la Medicina en la antigua Sumeria, Babilonia, Egipto, Grecia, Roma y América precolombina.
En América precolombina la Medicina era una profesión ejercida por hombres y mujeres con cierta especialización que habían adquirido un profundo conocimiento empírico del valor de muchos productos naturales, estos medicamentos eran aplicados con un complicado ritual de orden mágico y religioso. La mujer parturienta encontró siempre la solidaridad y asistencia de otras mujeres de su tribu. En grupos populosos se crearon cuerpos de especialistas (mujeres casi exclusivamente) que con el transcurso del tiempo ampliaron su función pasando del acto obstétrico al cuidado prenatal e incluso, como consejeras familiares y maritales.
Teniendo estos antecedentes tan alejados de nuestra historia actual, no es de extrañarse que con el transcurso de los siglos la mujer ha jugado un papel importante de acuerdo a las condiciones sociales que le toco vivir.
Bibliografia
Kotter, J. P. (1990). A force for Change: How leadership differs from managment. New York: Free Press.
Platz, G. D. (1986). Sex differences in leadership. In G. D. Platz, Academy of Managment Review (pp. 118-127).
Weber, M. (1947). Types of Authority. In M. Weber, The Theory of Social and Economics Organization (p. 232). New York: The Free Press.
sábado, 8 de mayo de 2010
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