Crónicas del coronavirus

En el fin del mundo, inundado por la pandemia me encontraba con mis hijos, mi esposa y dos perros. Bueno, no es que sea la situación más agradable para convivir con los tuyos, pero ya sabes lo que dicen “en las buenas y en las malas“. Aparte de las actividades cotidianas propias de quehacer doméstico, se torna una inventiva con la comida diaria, y es que todo se reduce al menú del día de hoy, mañana y pasado, incluso juega uno a la degustación de platillos desconocidos, con tal de salir de la rutina gastronómica. La televisión continúa con su monotonía virulenta y apocalíptica que hace que la apagues casi inmediato después encenderla. Casi puedes envidiar a los niños y sus tareas (no que mueren por cumplir con el deber encargado en la contingencia) con tal de hacer algo fuera de lo ya mencionado, y que te haga sentir útil a la sociedad, enjaulada por el momento. Aprovechas el tiempo, escuchando la música que más te agrada, y la que le agrada a los demás miembros del clan, Algo que de cierto modo, te hace conocerlos un poco más, cosas positivas de esta crisis sanitaria. Los ahorros, se vuelven un salvavidas en el mar del desempleo y la recesión económica que avanza y parece establecerse para no irse por mucho tiempo. Hay una frase que aunque suena tonta aplica mucho en esta época “peleas con quien convives“ y pues, este encierro provoca fricciones que al final son solventadas por el poco sustento en las causas que los originaron, para seguir en paz un mes o más que es lo que dictan las autoridades para detener el avance del virus, pero no se ven las prebendas para que la economía mantenga un ritmo quizás lento, pero con dirección, ¿cuándo acabará esto? nadie lo sabe con exactitud, pero de algo si podemos estar seguros, estaremos agradecidos de haber sobrevivido sanos y salvos al mal que cabalgó por el mundo en la primavera del año 2020.